Piden declarar "monumento natural" a un bosque nativo en San Francisco
Es el monte Isleta Pozo de la Piedra. Es pequeño pero pegado a la ciudad. Conserva una gran riqueza de flora y fauna autóctonas.
Educativo. En el monte Isleta Pozo de la Piedra, los chicos trabajan en actividades de preservación (LaVoz).
San Francisco. La Asociación para el Medio Ambiente y su Dinámica (Amad) quiere que se declare “monumento natural provincial” al monte Isleta Pozo de la Piedra, ubicado cerca del radio urbano de San Francisco. Los ambientalistas destacaron la variedad de ejemplares nativos que se encuentran en ese predio de apenas una hectárea. Para Luis Gaviglio, de Amad, el lugar se convirtió en “semillero” de especies autóctonas. “En nuestra región no hay una parcela de monte con la diversidad forestal nativa que posee ese terreno”, aseguró.
Desde 1989 esta tierra es protegida por una ordenanza municipal. Sus dueños decidieron protegerla y no dedicarla a la producción agrícola.
Amad gestiona ante Ambiente de la Provincia que se lo incluya en la ley de Áreas Naturales como monumento natural. “Creemos que este lugar reúne todas las características para transformarse en un lugar protegido”, sostuvo Gaviglio.
Amad viene trabajando junto a la familia Masera, propietaria del campo, y centros educativos de la ciudad en diferentes actividades de preservación y educación. “En estas semanas más de 200 alumnos visitaron el predio. Se llevaron a cabo tareas de conservación de brotes y colocación de tutores para senderos”, precisó Gaviglio.
El lugar no es sólo importante por la diversidad de especies sino por su valor histórico: el monte es antiquísimo. “En 1886, el agrimensor Steigleder, a quien se atribuye la ejecución del primer plano de la ciudad, distinguió a este monte con el nombre Isleta del Monte de la Piedra”, explicó el ambientalista. “Según material de esa época este lugar ocupaba unas 80 hectáreas”, señaló.
Una recorrida permite ver ejemplares de sombra de toro, algarrobo, barba de tigre o lagaña de perro, cactáceas rastreras y una interesante variedad de especies del “bajo” monte.
Riqueza. Gaviglio destacó la riqueza y variedad de especies nativas. "En este monte es común observar el rebrote de plantas nativas como chañares y quebrachos blancos, que se resisten a abandonar el lugar que les pertenece", afirmó. Una recorrida permite ver además ejemplares de sombra de toro, algarrobo, barba de tigre o lagaña de perro, cactáceas rastreras y una interesante variedad de especies del "bajo" monte.
También es asiento de aves como corbatitas, horneros, benteveo, leñateros, cotorras, pirinchos, cahalotes, picabuey, calandrias, tacuaritas, chingolos y tordos, entre otras. "En los amaneceres y atardeceres el lugar se transforma en una caja musical por los cantos de pájaros", afirmó.
Gaviglio valoró a los productores rurales que, como los Masera, están interesados en proteger algo de bosque nativo, sin dedicar todas sus tierras al uso agrícola. "Nuestra función es asesorar y brindar apoyo técnico a los propietarios que quieren conservar algo de los muy pocos montes autóctonos que quedan en la región", indicó.
Hace dos años, Amad trabajó en otro proyecto similar junto Juan José Marconetti, dueño de la estancia La Adela, a cuatro kilómetros de La Francia, donde conserva un monte nativo de 90 hectáreas, que fue declarado luego por la Secretaría de Ambiente como "área natural protegida privada".
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