Crecen áreas de reservas, pero con poco control
Ante el dilema entre crecimiento urbano y sustentabilidad ambiental, varias localidades van creando reservorios para lograr cierto equilibrio.
Guillermo Lehmann (Corresponsalía)
Río Ceballos. El avance sin planificación de las urbanizaciones en el Gran Córdoba y las Sierras Chicas despertó hace tiempo la inquietud de muchos vecinos e instituciones que ven peligrar la conservación del ámbito natural y el cuidado de las reservas hídricas. Fenómenos como restricciones de agua para potabilizar, pero a la vez inundaciones por falta de retención ante intensas lluvias, vienen complicando a la zona.
En este contexto, a propuesta de organizaciones vecinales y ambientales, se fueron promoviendo proyectos para declarar como reservas naturales municipales a áreas que puedan servir para fijar barreras y restricciones a la expansión de emprendimientos inmobiliarios, preservando algunos pulmones que también se encuentran amenazados y deteriorados por desmontes indiscriminados. La búsqueda es la de conformar un anillo protegido en la cuenca alta de las Sierras Chicas, que rodea a las zonas ya urbanizadas.
Sin embargo, con declarar reserva municipal un sitio, no alcanza con que lo sea. Luego hacen falta medidas concretas de preservación y control.
En cadena. El área más importante, en esa cadena, sería la reserva Bamba, en La Calera, que abarca a unas 20 mil hectáreas en donde se encuentran los predios del Tercer Cuerpo de Ejército, ya declarados por el Gobierno nacional como Espacio Natural de Interés para su Conservación, una escala menor a ser reconocida reserva nacional. La defensa recae en el grupo Escalera.
A pocos kilómetros de allí se encuentra la reserva natural municipal Saldán Inchín, que pretende conservar un espacio de tres mil hectáreas que colinda con Villa Allende y La Calera e incluye un fuerte patrimonio histórico y natural.
En Unquillo, años atrás se creó la reserva natural municipal Los Quebrachitos, de cinco mil hectáreas, en inmediaciones de Cabana y uno de los sectores de mayor belleza natural de la zona y reservorio hídrico de importancia.
En Río Ceballos, además de la reserva provincial La Quebrada (de 4.200 hectáreas, pero con limitados controles para su preservación como tal), desde 2001 se creó el área municipal Los Manantiales, de 1.200 hectáreas.
Mientras, hacia el norte de las Sierras Chicas avanza el proyecto de creación de la reserva Chavascate, que incluye a las localidades de Agua de Oro, Villa Cerro Azul y El Manzano. Ya Cerro Azul conformó una brigada ambiental que controla la zona. En este caso, la principal preocupación se asienta en el riesgo de afectación de la cuenca hídrica en el sector de Candonga, donde se proyectan importantes emprendimientos inmobiliarios y complejos turísticos. Los vecinos quieren asegurarse que no comprometan el futuro del agua en esa zona.
Pero a pesar de las ordenanzas y normas existentes, son escasos los controles concretos que se practican sobre esas áreas.
Faltan recursos. Desde los municipios no se asignan recursos ni personal, y muchas veces se dilata la reglamentación del uso del suelo a causa de presiones inmobiliarias o comerciales. El dilema de cómo hacer para no reducir el crecimiento urbano sin comprometer el entorno y la sustentabilidad ambiental se presenta casia a diario en esta región.
Para la bióloga Marcela Cioccale, la creación de estas reservas y su manejo por parte de las autoridades regionales no debería emerger como “una salida elegante” para que en el resto que no es considerada área protegida se pueda hacer cualquier cosa, al arbitrio de los mejores postores. “En esta región es necesario asegurar el recurso paisaje como valor fundamental porque gran parte de las localidades involucradas viven del turismo”, añadió Cioccale.
FUENTE: LA VOZ DEL INTERIOR
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