A 21 años, las lecciones que dejó el aluvión
El 6 de enero de 1992, una enorme creciente del río Noguinet arrasó con el pueblo del noroeste cordobés y se llevó 36 vidas. Cayeron 240 milímetros en seis horas. Peritos encontraron indicios de fenómenos similares. Un puente mal ubicado agravó la situación.
Daño. El caudal del río Noguinet inundó el pueblo de San Carlos Minas, pero el daño más grave lo hizo cuando llegó a construcciones nuevas. Un puente mal ubicado y una arboleda embalsaron aun más el agua (La Voz/Archivo).1 de1
Ocurrió hace 21 años y fue la peor tragedia hídrica que recuerde la Córdoba contemporánea. El 6 de enero de 1992, una creciente intempestiva del río Noguinet, que generalmente simula ser apenas un arroyo, se llevó buena parte del pueblo de San Carlos Minas, en el noroeste provincial, y se cobró 36 muertes.
La evocación de aquel episodio podría servir no sólo para el recuerdo. Puede que más útil sea recuperar la memoria de lo sucedido para abrir los ojos respecto de las chances de que otras crecientes puedan generar resultados similares en el mapa serrano.
Un primer dato: aquella madrugada llovieron 240 milímetros sobre la cuenca del Noguinet.
Desde entonces replica el interrogante de si cada localidad serrana está preparada para evitar graves secuelas ante similares precipitaciones en geografías que dibujan pendientes.
El pronóstico de la mayoría de los climatólogos es que, proceso de calentamiento global mediante, los eventos extremos se irían repitiendo. Entre ellos, las lluvias muy copiosas.
Semanas atrás, en tres días llovieron 450 milímetros en Freyre, en plena llanura del este cordobés. De ellos, 250 fueron en apenas 10 horas. Mejor no imaginarse ese caudal en las sierras.
Los estudios realizados sobre San Carlos Minas siguen aportando luz, a 21 años, para evitar que errores manejables se sumen a cuestiones climáticas impredecibles.
Osvaldo Barbeito y Silvio Ambrosio, investigadores del Conicet y del Cihrsa (Centro de Investigaciones Hídricas de la Región Semi Árida), fueron encargados, hace dos décadas, de explicar el aluvión del Noguinet.
Su trabajo fue utilizado como pericia en la causa judicial que investigó los hechos.
La razón principal. Sumado a la copiosa lluvia, “la principal causa de la importancia y gravedad del desastre ocurrido lo representa la incorrecta localización de las obras edilicias (barrios) y viales (puente carretero), en desconocimiento de las características tanto estables como dinámicas del lugar”, señalaba el informe en su conclusión final.
Pero un párrafo clave es el que establecía que “las conclusiones naturales del ambiente en San Carlos Minas como también el emplazamiento inadecuado de obras de infraestructura, se repiten en ambientes de las sierras de Córdoba.
Con frecuencia, sobre niveles de terraza que integran lechos de inundación episódicos se localizan sectores urbanos y suburbanos de importantes centros turísticos y la mayoría de las zonas utilizadas para campamentismo”.
Barbeito y Ambrosio hasta se animaron a sugerir, entonces, “una planificación ordenada del territorio” y la definición de “áreas bajo inestabilidad hídrica potencial”. Completar esos estudios es algo que Córdoba se sigue debiendo. Y han pasado dos décadas.
El estudio determinó que el aluvión se originó por una intensa lluvia que afectó unos 400 kilómetros cuadrados, sobre las cuencas de los ríos Vilchez, Noguinet, Los Barreales y San Guillermo.
Cayeron esa madrugada 240 milímetros de agua en la cuenca alta y 204 en la baja, en seis horas. Si bien fue excepcional, hay evidencias que indican la ocurrencia anterior de eventos similares.
El caudal estimado del Noguinet llegó a impresionantes 1,9 millón de litros por segundo. Para comparar, el río Tercero (el más caudaloso de Córdoba) tiene un caudal promedio de 27 mil litros por segundo.
La corriente ingresó al pueblo a las 9 de la mañana. Superó la capacidad de un canal de desagües e inundó buena parte del pueblo. Lo grave fue que destrozó otras defensas y desvío el mayor caudal hacia una zona de construcciones recientes, donde ocasionó el mayor daño material y humano.
“El efecto destructor se vio aumentado por un puente carretero incorrectamente localizado”, señalaba el informe. Grandes árboles trabados en esa estructura generaron un embalse de agua que agravó el cuadro.
A 21 años, sería útil revisar esas conclusiones y sugerencias.
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