Los ecoprófugos
El calentamiento global ha producido el surgimiento de una nueva clase de castigados por catástrofes naturales.
El calentamiento global dio nacimiento a una nueva clase social: los ecoprófugos, es decir, los millones de personas que todos los años y en distintas regiones del mundo deben abandonar sus poblaciones devastadas por catástrofes naturales, como inundaciones, huracanes, ciclones o insolubles procesos de desertización de sus tierras cultivables.
Se estima que cada 12 meses, más de seis millones de seres humanos se ven afectados por estas adversidades, no fáciles de superar. Esta imposibilidad involucra no sólo a los países hundidos en la miseria, sino también a las grandes potencias económicas. Ejemplo de ello es la dramática situación de los afectados por el huracán Katrina, que destruyó parte de la ciudad de Nueva Orleans, en los Estados Unidos, y donde unas 300 mil personas aún permanecen en viviendas precarias, abandonadas por el gobierno del republicano George W. Bush, de quien los damnificados recuerdan cada día su infame comentario: "Al final, vamos a tener que darles ayuda a estos negros de m...". Y la ayuda les llegó en un goteo miserable.
Esperan ahora que el gobierno de Barack Obama demuestre mayor sensibilidad. Peores son, por cierto, los panoramas que enfrentan en Myanmar los 880 mil ecoprófugos del ciclón Nargis, que castigó también a 100 mil habitantes de la pequeña república de Kiribati (anteriormente islas Gilbert, en la zona central oeste del océano Pacífico; los 160 mil angoleños y los 350 mil namibios, cuyas tierras fueron arrasadas por inundaciones; los 300 mil desplazados por la elevación de los océanos en Maldivia y Nueva Guinea y los 700 mil mejicanos que cada año deben emigrar hacia otras regiones del país, expulsados por la desertización de sus suelos laborables.
El domingo último concluyeron en Florencia, Italia, las deliberaciones de la sexta conferencia-muestra internacional sobre sustentabilidad ambiental, económica y social de la humanidad, durante la cual fueron analizadas las dramáticas proyecciones realizadas por la UNHRC, la agencia de la Organización de las Naciones Unidas que se encarga de los problemas de los ecoprófugos, según las cuales el calentamiento global producirá un aumento exponencial de los expulsados de su ámbito natural por catástrofes naturales. Hacia 2050, entre 200 y 250 millones de personas afrontarán emigraciones forzadas de sus regiones vueltas áridas o cubiertas por las aguas o devastadas por irracionales deforestaciones.
De ese total de evacuaciones, que se tornarán permanentes, unos 60 millones pertenecerán al África Subsahariana, con seguridad la región más castigada de la Tierra. Cada año, alrededor de 18 millones de personas son afectadas por catástrofes naturales en todo el planeta, pero 98 por ciento de ellas se produce en los países en vías de desarrollo, lo que torna aún más grave el problema, habida cuenta de las insanables penurias de sus economías, que les impiden adoptar prevenciones que eventualmente podrían disminuir los daños por adversidades climáticas y, lo que es más grave, acudir en auxilio de los damnificados.
A las pérdidas de viviendas, de escuelas y hospitales, de calles y de líneas de energía y de comunicaciones, debe sumarse la destrucción de las cosechas. La ayuda internacional solidaria sólo puede paliar, y hasta cierto punto, los problemas del hambre y de las enfermedades derivadas de las alteraciones del clima. En la reunión realizada en la bella ciudad italiana se acordó presentar a las Naciones Unidas la propuesta de reconocer un estatus jurídico propio a los también llamados "fugitivos ambientales".
La iniciativa es oportuna, porque la próxima Asamblea General de la organización internacional se dispone a adoptar la primera resolución que vincula de modo oficial el cambio climático con el mantenimiento de la paz y de la seguridad en el mundo. Por cierto que las Naciones Unidas atesoran en sus archivos centenares de resoluciones inspiradas por un espíritu solidario y de equidad que, por lo general, queda reducido a textos encaminados al olvido. Es de esperar que el drama de los ecoprófugos no padezca el mismo destino adverso de declamaciones e inoperancia.
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