FUENTE IMAGEN: Radio Nacional Córdoba
Bosques nativos, topadoras e intolerancia
Los bosques nativos no sólo son destruidos por culpa de la soja y las topadoras. También los arrasa el autoritarismo.
Por Raúl Montenegro.
Biólogo.
Presidente de Funam.
Profesor titular de la UNC.
Premio Nobel Alternativo
Argentina tiene una nueva ley de bosques que se aprobó con el apoyo de mucha gente. Aunque perfectible, permite atacar la generalizada masacre de los bosques nativos. Está claro que la ley molesta a los señores de la soja, a los grandes arroceros, a los poseedores de enormes extensiones de campo y a las empresas desmontadoras. Como siempre sucede, quienes carecen de argumentos técnicos atacan lo más valioso que tiene una sociedad civilizada: los ámbitos de debate. En Córdoba, la Secretaría de Ambiente de la provincia creó la Comisión de Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos (COTBN), integrada por numerosas instituciones, desde organismos públicos, como la Secretaría de Turismo de la Provincia, Parques Nacionales y el Inadi, hasta la universidad, los movimientos campesinos, las ONG e instituciones del sector rural vinculadas a la Mesa de Enlace. Viene reuniéndose desde fines del año pasado para generar una propuesta de ley que combine la protección de los escasos bosques en pie y las alteradas cuencas hídricas de la provincia con las actividades productivas. Sus reuniones no son fáciles y las opiniones que allí se escuchan son diversas e, incluso, enfrentadas. Aunque el sector rural estuvo invitado, y asistió a la fase inicial, decidió unilateralmente dejar la comisión. Abandonó así una oportunidad de diálogo y la reemplazó por denuncias infundadas que lesionan a la Universidad Nacional de Córdoba, al Gobierno de la provincia y a ONG internacionalmente reconocidas. Pero lo que es más grave, desmerecen un valioso mecanismo de participación. Algunos integrantes de la Sociedad Rural de Jesús María, disconformes con lo que establece la ley de bosques, y con la posibilidad de diálogo entre sectores, llegaron a descalificar públicamente a los organismos, instituciones y centros de investigación que integran la COTBN. Además de usar calificativos baratos, impropios de una sociedad rural, adelantaron supuestas decisiones sobre temas que la COTBN todavía no abordó, como el futuro de los fachinales (bosques degradados). Indudablemente desconocen que la comisión está analizando los aspectos ambientales y sociales de los bosques nativos utilizando la mejor información disponible, en buena parte procedente de los excelentes estudios que realizaron, por ejemplo, la propia Secretaría de Ambiente y la Universidad Nacional de Córdoba. En 1992 M. Di Pace estimaba que 80 por ciento de la tierra plana con potencial agrícola de los bosques del Espinal, Yungas y Chaco ya había sido desmontada. Hacia 1998 Argentina había perdido 77 por ciento de sus bosques autóctonos. Desde entonces la situación ha empeorado dramáticamente. Córdoba, por ejemplo, es la provincia que tiene la más alta tasa de destrucción de bosques nativos de Argentina: -2,93 por ciento anual para el período 1998-2002. Supera incluso la tasa mundial, que es de -0,23 por ciento anual para el período 1990-2000, y la de África, que fue de -0,78 por ciento anual para 1999-2000. Solamente en cinco años, de 2000 a 2005, se desmontó en Córdoba el equivalente a 67 canchas de fútbol por día. Mientras las ONG y muchas cátedras universitarias luchaban para frenar esta barbarie, la Sociedad Rural de Jesús María se mantuvo en silencio cuando las topadoras desmontaban bosques nativos, y avanzaba la soja transgénica de Monsanto. Tampoco se escuchó su voz cuando los campesinos del norte de Córdoba eran expulsados de sus tierras, en las cuales vivían desde hace generaciones. Sólo instituciones enfermas de rabia e ignorancia pueden calificar de “grupos fundamentalistas, filántropos, burócratas, falsos ambientalistas, defensores de causas perdidas, mediáticos, esnobistas, disponedores de lo ajeno” a quienes no piensan como ellos. Posiblemente en los años de plomo y de dictadura feroz todo hubiera sido más simple. Los propietarios de grandes campos hubieran podido hacer lo que quisieran con sus fachinales. Pero ahora estamos en democracia, la misma que costó miles de desaparecidos. Y en esa democracia funciona una comisión como la COTBN. Despareja, perfectible, comprometida, llena de disensos y profundamente humana. Una comisión que se presentó en la Legislatura para mostrar cómo trabaja, y que llevará debates aún inconclusos a distintos lugares de la provincia para mejorar el ordenamiento territorial de los bosques nativos. La democracia se gana presentando argumentos y escuchando posiciones, no huyendo de las instituciones creadas para debatir. Cada vez que por temor, soberbia o ignorancia alguien abandona una instancia de diálogo, avanza la oscuridad y la intolerancia. Los bosques nativos no sólo son destruidos por culpa de la soja y las topadoras. También los arrasa el autoritarismo.
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