Fotografía de La Voz del Interior del día 25 de Octubre de 2009
Campos que vuelan
Cada vez son más funestos las tormentas de tierra, los incendios y la falta de agua, problemas crónicos agravados por la sequía y que tienen un gran aliado en la inacción estatal.
Tormentas de tierra de intensidad inusual que provocan accidentes de tránsito con consecuencias fatales; prolongada sequía que frustra la siembra y facilita los incendios; escasez de agua potable con visos alarmantes en numerosas localidades de la provincia, son datos preocupantes que concurren para pintar un cuadro de penurias recurrentes a esta altura del año y cuyas consecuencias son cada vez más graves.
Si bien no es posible simplificar el análisis atribuyendo a una sola causa el origen de estos desequilibrios climáticos, no cabe duda tampoco de que la acción desaprensiva del hombre y la inacción culposa del Estado contribuyen de una manera decisiva para que sucedan. La sequía, propia de la época, se prolonga más que de costumbre.
Casi no se registran lluvias desde la temporada estival pasada, lo que ha posibilitado que el paisaje cordobés se muestre salpicado de manchones negros y árboles chamuscados, fruto de incendios también más extendidos que lo habitual.
Por otra parte, hacía mucho tiempo que los vientos de los primeros meses de la primavera no generaban tormentas de tierra de la magnitud de la que, a fines de la semana pasada, provocó, entre otras cosas, un choque múltiple en la autopista Córdoba-Bell Ville, con tres muertos y 11 heridos. También han comenzado a manifestarse con visos alarmantes los problemas crónicos de escasez de agua potable para numerosas poblaciones, sobre todo en los alrededores de la capital provincial, que no detienen su crecimiento demográfico.
En Villa Carlos Paz, por ejemplo, las imágenes del "hilo de agua" en que se ha convertido el río San Antonio son patéticas y otro tanto ocurre en la localidad cercana de Cuesta Blanca. Además de pedir la declaración de alerta roja, la Cooperativa Integral (Coopi), responsable del servicio, no descarta sectorizar el agua y realizar cortes en algunos horarios. No sólo está en riesgo la calidad de vida y hasta la salud de la población, sino también la vida de la flora y de la fauna de toda la región.
El problema del dique La Quebrada, de por sí insuficiente para abastecer de agua a los vecinos, cada vez más numerosos, de Río Ceballos, Unquillo y Mendiolaza, ha alcanzado este año visos dramáticos, con la pérdida de más de un tercio del caudal del lago, y ya no se encuentran alternativas para remediar las dificultades para potabilizar el agua. Otro tanto ocurre en Salsipuedes, en alerta roja por la sequía de los pozos de captación. Con algunas de sus actitudes, el hombre contribuye a agravar las consecuencias lógicas de la sequía.
En primer lugar, con una fe digna de mejor causa en que la naturaleza resistirá cualquier agresión y en que, tarde o temprano, la lluvia llegará para olvidar el drama hasta el año próximo. En segundo término, por la falta de conciencia y las malas prácticas en el uso del agua, con un derroche que se acentúa con las temperaturas elevadas.
En Carlos Paz, por ejemplo, el consumo durante el fin de semana pasado arrojó una cifra superior a 350 litros por persona por día, cuando la Organización Mundial de la Salud recomienda 200 litros. Hay otras inconsciencias señaladas por los especialistas a propósito de la última gran tormenta de tierra. "Córdoba se convirtió en una fábrica de polvo... por el mal uso del suelo, por el tipo de cultivo que se hace en los campos, por la deforestación y por los incendios", señaló el presidente de Fundación para el Ambiente (Funam), Raúl Montenegro.
"Son campos que vuelan", especificó. El Estado provincial, que se mostró impotente para evitar los incendios, también es moroso en otras obligaciones. El proyecto de ley de protección del bosque nativo, por ejemplo, duerme en un cajón de la Legislatura, frenado por una colisión de intereses entre ecologistas y productores agrarios cuya entidad hay que ponderar, pero que no puede ser pretexto para la inacción.
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